Sí, amigos, sí. Ha caído la señal del oprobio en Aldea del Rey y no precisamente porque la derecha de este pueblo haya querido si no porque las consecuencias de lo que pasó el día 22 de mayo de 2011 tienen que ir aflorando, pese a quien pese. El aguilucho fascista ya no anida vigilando las vidas y haciendas de los aldeanos y por ello tenemos que felicitarnos; tenemos que alegrarnos porque el signo de la humillación franquista se ha ido con el dictador y las familias de tantos aldeanos que sufrieron por causa de la libertad constitucional republicana hoy pueden levantar la cabeza con orgullo sin ver la heráldica del verdugo. Bien están los dos, el escudo y el verdugo.
Es también momento de recordar que esta lucha empezó hace casi once años cuando, a pesar de que el Pleno corporativo había decidido eliminar los signos fascistas, los gobiernos locales del PP fueron demorando el cumplimiento de los acuerdos, entre ellos y fundamentalmente D. Ramón Zamora Morales y el minoritario alcalde actual y que, a pesar de la publicación de la Ley de Memoria Histórica, se fueron burlando de la soberanía popular expresada en el órgano colegiado máximo de un Ayuntamiento. El mensaje era siempre el mismo, podemos votar lo que queramos que luego haremos lo que nos dé la gana.
Recuerdo cómo hace un par de años eran enterrados los restos de dos queridos republicanos aldeanos, ya estaba tomado el acuerdo de eliminar los rastros franquistas y, pese a ello, se hizo pasar a las familias la humillación de enterrar a sus seres queridos bajo la égida del dictador. En países tan ejemplarizantes como Alemania, ahora que Merkel dicta lo que hay que hacer en España y Europa, la exhibición o exaltación de símbolos fascistas está penado; en Aldea hasta esta mañana hemos tenido el correlato de la esvástica nazi presidiendo el edificio de nuestro Ayuntamiento y a los dirigentes populares, ahora en clamorosa minoría, les ha dado igual.
A los nostálgicos y pasotas que han defendido siempre que “eso no hace mal a nadie” hay que decirles que sí, que sí hacía daño a cualquier demócrata y que la historia está para recordarla, y que solo recordando la historia se puede ser crítico con fundamento, no cayendo en el fundamentalismo, como ha sucedido en nuestro pueblo. Recuerdo siendo concejal, que tuve que oír, cuando tenían mayoría –que entonces eran todos muy valientes- que el águila era “de San Juan” y por tanto era algo artístico. Pensé que también hay un evangelista, San Lucas, creo, que tiene como símbolo a un toro. Pensé, sin decirlo en pleno, qué le hubiera parecido al señor alcalde popular si en el dintel de la puerta de su despacho le hubiéramos puesto una exuberante cornamenta, al fin y al cabo serían los cuernos del toro de San Lucas, algo artístico también.
Mientras escribo apresurado veo cómo la Policía apalea sin miramientos a jóvenes valencianos que se rebelan porque quieren tener una enseñanza pública sin recortes, clases con calefacción, profesores sustitutos cuando los titulares se ponen enfermos. Sigo mirando y veo una España en blanco y negro, la España que hoy derriba uno de sus símbolos. Acto seguido veo una marea roja de banderas y banderolas, pancartas y lemas que claman contra la injusticia de la Reforma laboral, ésa por la que te pueden mandar a tu casa con un despido prácticamente libre, ésa por la que se dan todos los derechos a los empresarios y se despoja de ellos a los trabajadores. Si no tuviese a mis hijos delante creo que estaría viendo una cosa que era obligatoria ver antes de empezar cualquier película, por ejemplo en el Cine de los Benitos aquí en Aldea, Imperial Cinema se llamaba, y que era en blanco y negro, empezaba con un yugo y unas flechas y un aguilucho como el que hoy ha volado. Se llamaba aquello NO-DO y creo que este gobierno que nos toca padecer está haciendo rápidos y meritorios esfuerzos por devolvernos a aquella España, aquélla de la que hoy, ¡alegrémonos todos! se ha caído un pedazo en este pequeño pueblo de Dios.
Al resurgir de la rebelión de los estudiantes en Valencia se ha dado en denominar la “Revolución de la primavera”, ¿será la huida del pajarraco símbolo, indicio o señal de que algo nuevo está a punto de suceder? Quizá otra revolución que arrincone el alcanfor, la naftalina, la caspa y la brillantina en los armarios del alma, de las almas que miran hacia adelante. Salud y enhorabuena a todos, a todos los que han hecho posible que tres sacos de cemento vuelvan a ser polvo. “Pulvis eris”.
UN SALUDO SOCIALISTA